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El Náufrago Cosmopolita

Mudanza

El Náufrago cambia de isla. Los vientos de estas latitudes empezaban a ser un algo húmedos, incómodos para pasar sus anotaciones al papel. Además, últimamente no pasaba casi nadie por estos pagos, corría el riesgo de converirse en náufrago de verdad, y eso es ir demasiado lejos. Con esta mudanza, me ha dicho, espera encontrar algún contertulio/a con el que poder divagar un poco de esto y de aquello, de lo otro y de la isla del vecino.

Yo me despido, un saludo. Domingo

Pd: podéis encontrarle aquí

La otra isla del tesoro

La otra isla del tesoro

Confieso no haber leído la novela de Stevenson. Pecado de náufrago. Hay libros que si se escapan en la juventud es difícil que vuelvan, aunque si lo hacen, su efecto puede ser retroactivo como un boomerang vigorizado y reprimido. Así me pasó con Robinson Crusoe, que terminé en un tren de enero, de noche, en esas lecturas solitararias e invernales que observadores como Edward Hopper traducirían en cuadros. Me enrolé entonces, en aquel vagón casi vacío, en los naufragios, en un naufragio de salón, sí, y voluntario también, como el de Alexander Selkirk, el marino que pidió que le abandonaran en el archipiélago de Juan Fernández.

Tras una discusión con el comandante, decidió que se bajaba allí mismo, y permaneció a su aire en la isla de Más Afuera (hoy isla Alexander Selkirk) de septiembre de 1704 al último día de enero de 1709. Aquella vida sin testigos, sin espejos, sin interlocutores, unidireccional, daría lugar, sin embargo, a diversas narraciones, entre las que también estaba el diccionario enciclopédico universal de todo aspirante a náufrago, el Corán de los solitarios del mundo (¡uníos!) a cargo de un comerciante textil que viajó por todo el mundo, que trabajó después como periodista y se consagró como escritor: Daniel Defoe y su Vida y extraordinarias y portentosas aventuras de Robinson Crusoe de York, navegante, que fue como se publico su RC en 1719, con esa pomposidad marketiniana de entonces.

Estos días de hoy, entre las páginas de los complementos dominicales (Crónica, El Mundo, 2 de octubre de 2005, pags 6 y 7) y algún recoveco pixelado de Periodista Digital, el lector se encuentra por sorpresa con noticias de islas, tesoros, selkirks y latitudes varias. Nadie ha visto nada, no hay fotos, ni en papel ni digitales, tampoco imágenes en movimiento, pero la noticia ya surca los mares de ambos hemisferios: el legendario tesoro, supuestamente oculto en la isla Robinson Crusoe, del archipiélago Juan Fernández, ha sido descubierto. 800 toneladas de oro, que al cambio, vienen a ser unos 10.000 millones de dólares.
Ante la noticia, le escribo un mail embotellado al autor de una de mis recientes lecturas de verano, que lleva por título precisamente La isla de Juan Fernández (Ediciones B) y confirma mis sospechas: “aquí hay gato encerrado desde hace años, a cargo de un Uribe Echevarría”.

En efecto, tal y como leo resacoso en el El Mundo, el tal Uribe Echevarría es un ambicioso empresario de Wagner Tecnologías, la compañía que ha organizado la expedición. Esta gente asegura haber encontrado el oro gracias a ‘Arturito’, un irrisorio aparatejo de una sofisticación años setenta que parece sacado de un corto de juventud de Alex de la Iglesia. Esta tecnología chilena, estrellita de sheriff de plástico, funciona por lo visto con métodos también peliculeros, de películas de serie B, por no decir Z: “reactor atómico”, “cañon de grafito que dispara rayos gamma”, “perfil logarítmico”…. Si ya huele todo a trola trapera, con no sé yo qué turbios fines, hay que tener en cuenta también a otro personaje en toda esta trama filibusteril del siglo XXI: Bernard Keiser. Se trata de un yanki multimillonario que se pasó a soñador por hacer algo, y que lleva gastados 3 kilos de dólares y unos diez, años, con sus intermitencias, en infructuosa búsqueda del citado tesoro. Y si Keiser no lo ha encontrado, me cuesta creer que ‘Arturito’ lo haya hecho con cuatro rayos gamma. Porque, de momento, la verdad, de estar en alguna parte, o no está, o está bajo tierra.

Mientras tanto, la remota isla (o archipiélago) a 700 de Valparaíso (Chile) se ha llenado en los últimos días de buscatesoros con bermudas, que andan por ahí aprovisionándose de “picos, palas, mapas, brújulas y hasta dinamita”. A mí todo este corrimiento de tierras me ha servido para viajar hasta la estantería y releer algunas páginas hermosas de este diario de viajes y robinsonismo que firma ese náufrago de tierra adentro que es MSO: “El robinsonismo es una forma de rebeldía, sí, pero también una forma de deserción, de abandonar la lucha necesaria en la que estamos todos”.

Habría que hablar mejor de selkirkismo, pero eso ya es ponerse muy estupendo y menos estético, para eso está la literatura: queda mejor robinsonismo, desde luego. Y ese robinsonismo como una legítima opción al retiro, a encerrarse en un calentito iglú a completar sudokus, a escuchar Radio Clásica cuando son las dos en punto una hora menos en Canarias, a esconderse entre los “blancos” del periódico, a buscar la actualidad en la isla de Juan Fernández, y no en el Perejil. Sentirse libres por un rato, como los inmigrantes con fronteras que gritan eufóricos por las calles de Melilla. Arriesgado, poco rentable y ademas está mal visto esto de las fugas, pero necesario también para ciertas supervivencias.

Al principio cuesta, se sufren los embates de la más negra melancolía, el frío de vestirse con cuatro harapos, uno habla solo por miedo a enloquecer, y se aferra a la esperanza, de que el clima borrascoso de los mares del sur escampe. Luego todo mejora. Reproduzco lo que a su vez reprodujo MSO en su compendio naufraguil. Son las palabras del abate don Antonio Marqués y Espejo, sobre la vida cotidiana de Alexander Selkirk en la isla: “(…) Las tales ratas le venían á roer los pies y los vestidos miéntras el dormia; para libertarse de ellas se valió del medio de dar á los gatos buenos pedazos de cabra, lo que les hizo tan familiares, que á centenares venian á acostarse al rededor de su cabaña, y así le libráron prontamente de sus enemigos comunes. De modo, que por un efecto de la providencia, y por la fuerza de la juventud (…) se puso en estado de vencer todos los inconvenientes de su triste soledad; y vivió allí á su gusto.”

Tolstói, Pasavento y las audiencias

Tolstói, Pasavento  y las audiencias

¿Qué pasa cuando un diario se convierte en un best-seller? ¿Cuando lo personal pasa al dominio público, del cuarto de baño a la Grand Place de Bruselas, por ejemplo, para jolgorio de cicloturistas ociosos? Si Tolstói hubiera sabido que se publicarían sus intimidades, más o menos sublimes, ¿hubiera escrito en días como estos?:

19 de abril de 1847: “Me levanté extremadamente tarde y apenas a las 2 determiné que iba a hacer durante el día.”
Ó
21 de noviembre de 1853: “Uno de mis mayores y más desagradables vicios es la mentira. La razón que la desencadena más a menudo es la fanfarronería, el deseo de mostrarme a mí mismo desde un ángulo ventajoso.”
Ó
7 de febrero de 1856: “Me peleé con Turguéniev y recibí a una muchacha en mi casa.”

Desde luego, pelearse con las grandes figuras de la literatura siempre queda bien: “dime con quien te cascas y te diré quién eres…” Aunque quizá quedaba mejor antes, en el XIX, cuando se estilaban los duelos, el honor, y había que defender las ideas con vehemencia y algún que otro mamporro, en el mejor de las casos. Hoy resulta un espectáculo penoso, cómo ese que no se vio en NSB con Vicente Molina Foix y García-Viñó.
Traerse putas a casa no dice tanto a favor del anfitrión, al menos en nuestra cultura occidental reciente, cien años arriba, cien años abajo. Eso de “recibí” suena muy decimonónico, pero es puterío de toda la vida, ese mismo del que se lucra hasta el ABC, un periódico que se alineaba de esta manera en tiempos de la Segunda República (según leo en la colección verde sobre la GC de El Mundo): “con la Monarquía, el orden, con el Derecho y nunca fuera de la ley…” La prostitución muy dentro de la ley, no es que esté, pero vamos, los tiempos they are a-changin, y a otra cosa. Hoy aceptamos mejor que nunca esas contradicciones, esa convivencia imposible entre el Alfa&Omega y los anuncios de relax, un imaginario guiño a María Magdalena, esa “pecadora”.

Pero volvamos a Tolstói, Lev Nikoláievich, que también tenía sus contradicciones y muchas, según asegura la contracubierta: “Un día se encontraba en medio de una batalla en Crimea y al siguiente aparecía segando el heno con los campesinos. (…) Había momentos en que nos sorprendía con el minuciosos examen de conciencia al que se sometía, mientras en otros lo veíamos perder su hacienda por deudas de juego.” Parece evidente que lo contradictorio, lo poliédrico, lo inaprensible, es más seductor y atractivo, se nos escapa de las manos. En estos mismos diarios, (Diarios (1847 – 1894), Lev Tolstói, El Acantilado, Barcelona, 2002) dice el ruso que dice Goethe lo siguiente: “la verdad es repugnante porque es fragmentaria, incomprensible, mientras que el error es coherente y consecuente.” Y en este baile de citas, me acuerdo de Vila-Matas y su entrevista del domingo en El País, donde también se canta a las Contradictions: “Soy muy contradictorio. Yo no estoy hecho de una pieza. Y menos mentalmente. Hay días en que me quejo de la cantidad de llamadas y pesadeces que tengo, y otros en los que pienso que estoy igual de solo que Pasavento. Me ocurrió en la habitación de un hotel y me puse a firmar autógrafos”.

Pero yo no quería hablar de la Verdad, ni la Mentira (otra de las debilidades de Tolstói), ni de las contradicciones, ni de periódicos, ni de putas. Quería hablar de la Autenticidad, también con mayúscula. Y retomo la pregunta del principio, con otras palabras: ¿Se escribe/pinta/toca/cocina de la misma manera si cambian los lectores, la audiencia, los estómagos, los marchantes? No lo creo. Y me acuerdo ahora de unas de esas pelis que hacen grande al cine, Lenny, de Bob Fosse, en donde vemos a Dustin Hoffmann en la piel de un humorista muy serio, que conforme aumenta la difusión de sus monólogos nada risibles más se crece, más carga las tintas. De los chistes sobre orgasmos fingidos pasa a arremeter contra la Administración de turno, y la guerra absurda de turno (Vietnam).
Y sus fieles acólitos, esas parejas norteamericanas, algo naives, que acudían cada noche de lunes a ese club subterráneo a tomar un ‘manhattan’ y buscar la risa que a ellos les falta se sienten violentados. De pronto se escandalizan, de esos mensajes incendiarios, de esa reivindicación fuera de lugar, que no pillaban. Pero Lenny seguía con su autenticidad, sin preocuparse del “qué dirán de lo que digo”, ni por estar en el lugar equivocado. Y se mete en problemas, pero eso es otra cuestión.

No hay que pensar en los que están al otro lado. Valdano le dijo a Raúl hace que saliera al campo a divertirse. Lo Auténtico siempre resiste, se mantiene, acaba triunfando de alguna u otra manera, como esos monólogos sanos de Buenafuente, que sale cada noche a divertirse, o eso parece. Los diarios de Tolstói perderían su valor si no nos contara sus bajezas, sus duelos internos, sus trabajosas y particulares búsquedas de la verdad, sus gloriosas miserias, si falseara su biografía, si añadiera ficción, si simplificara su realidad. Fue Auténtico y eso perdura. Ahora bien, ¿lo hubiera sido siendo consciente de que una editorial haría públicos esos tormentos, íntimos y personales? ¿Cómo escribiría este náufrago de la Red si sus lectores fueran miles, si sus mensajes embotellados tuvieran destinos conocidos, si el susurro fuera amplificado hasta el griterío, como el careto de Torrente 3, el Protector en ese edificio de la Puerta del Sol?
(Me viene a la cabeza también, hablando de Vila-Matas, su último personaje (¿alter ego?), el Doctor Pasavento, un escritor que huye de la gloria literaria en el que vive instalado. ¿Para escribir como cuando sólo pensaba en escribir, no en mantener la gloria, su carrera, el estilo, las expectativas, el prestigio?)

Sobre la pasión

Las esperas en el banco se hacen largas, desesperantes. No tanto como ante unos resultados de serología, claro. No me quedó claro si a la co-protagonista de ‘Princesas’ le diagnostican la contagiosa enfermedad, porque de ser así, su optimismo, tal y como acaba la peli, sería enfermizo. No temáis, potenciales espectadores, porque este no es un punto vital de una película que, por hacer un poco de crítica al vuelo, resulta un tanto sosa, insulsa y anodina, por citar a ‘Martes y 13’. Aunque las pelis son como las tiendas de las gasolineras, siempre te acabas llevando algo. Como el diálogo entre Caye y Manuel, ese logrado retrato del informático madrileño con perilla que en vez de música regala versiones piratas del photoshop y del office. Y le dice algo así como “yo admiro a Bill Gates, ese sí que se lo ha montado bien, porque le echa pasión”.
Ah, la pasión. Eso he leído al entrar al Bilbao Vizcaya esta mañana: “adelante, tráenos tu pasión”. Bonita forma de decir “venga, danos tu pasta”. El cinismo adobado de inocencia de algunos ‘copy writers’ es tremendo, aunque, se deja leer, se deja leer. FSD, ese gurú que despierta tan pocas simpatías por tener la valentía de bienvivir del cuento, dice lo siguiente sobre la pasión. Léase ‘Los senderos de la mano izquierda’, consejo nº 16: “No ames apasionadamente. La pasión, sea cual sea su objeto, es una enfermedad grave”. Suponemos que a lo que se refiere el ex - presentador de NSB es: no te dejes engatusar por el moño traicionero del amor sin pensártelo bien. Básico. Hasta ahí vale, pero no nos cebemos con ese componente de locura que nos puede salvar hasta de morir de cordura: sin pasión no existiría el Quijote. Ni Españñña.
Podríamos decir que la pasión es la sublimación de un entusiasmo más cotidiano, de un temple animado y optimista que sobrevuela el trabajo de uno, la existencia un 5 de septiembre cualquiera. Creer en lo que uno hace, en lo que se es. Enrique Bunbury anuncia que se baja del escenario por temor a no estar al máximo, a no mantener la pasión, a caerse de la bicicleta de lo sublime, y defraudar a su público, como un Elvis gordo y consumidor de audiovisuales. Raúl, Ronaldo, receptores de exagerados sueldos netos que, sin embargo, no garantizan el sostén de su pasión, susceptible de cadencias crepusculares, como tetas de vieja. El brasileño confesó hace poco la perdida de la ilusión, al madrileño basta verle la cara… Todo esto nos conduce al clásico: el dinero no da la felicidad (pero deja en la estación de al lado, añade el otro). Otra pareja, en este caso radiofónica, es más de admirar: Luis del Olmo e Iñaki Gabilondo. Sus seis millones de euros anuales per cápita no les han tentado para dejar de levantarse a las tres de la mañana durante el 40% de sus vidas. Ahora parece que IG va a dejar de madrugar para convertirse en el nuevo Dan Rather de la comunicación nacional.
El caso: mantener la pasión, a riesgo de ser devorados por el succionador agujero negro de la indiferencia más absoluta, por una abulia ingente, inaprensible, como un tenia insidiosa e invisible que te secara la alegría hasta dejarte chupado, triste y bien jodido.

Nota al pie: desde el locutorio pulgoso desde el que os escribo, una latina de interesantes pechos se los aprieta y reafirma para que su amadito los observe desde el otro lado del charco, webcam mediante. Apasionante.

Ciudades ideales II

Ciudades ideales II

De nuevo escucho a Gotzone Mora, con esa lucidez suya un tanto desasosegante. Hablamos del nuevo estado de cosas que definen el mundo hoy, al que ella y unos cuantos teóricos (Giddens, Castells) se refieren como el nuevo paradigma. Estados Unidos: el mejor país para analizar ese paradigma.
¿De qué habla el nuevo paradigma? Tiene que ver con la globalización, comunicada fluidamente en red (“sociedad red”, dice Castells), con el desarrollo tecnológico, con la desaparición de las tradiciones, de las culturas comunales, con los cambios en las relaciones humanas, con la precariedad del trabajo, que ahora se llama empleo, y se puede hacer por horas contratadas.

El capitalismo neoliberal que emana Estados Unidos se contagia al resto del mundo, como las enfermedades venéreas. “Tanto produces, tanto vales”, podría ser el nuevo lema de campaña de Bush o Kerry, un concepto eficaz —porque el capitalismo es el mejor modelo de eficacia—, para aumentar el PIB, y también la angustia, banda sonora del nuevo paradigma (los laboratorios ya lo saben).

Hoy es más barato viajar en avión. Todo el mundo viaja en avión. Como esquiar, que ya no es sólo un deporte para niños ricos monegascos. Precisamente estuve en Londres este fin de semana, gracias a Easyjet.com y a una prima mía que me alojó en su agradable piso.
Paseando por ese Londres globalizado que ya no es pragmático sino más bien paradigmático, como vamos viendo, también yo me sentí levemente oprimido un rato, puede que por el exceso de nooddles con sweet spicy chicken. Puede que también por notar que los ingleses, esos ingleses que veíamos en los libros de Sandy & Sue de la EGB, eran más exóticos que todo el sushi morawasi que nadie sea capaz de digerir en el sitio más cool del Soho. Y es que, no creáis otra cosa, la cristalización de las comunidades da miedo, cuando se ve desde la planta descapotable de uno rojo autobús turístico y descapotable. Sólo al final del week-end, cuando mi compañera y yo nos montamos en un taxi, vi a uno, un verdadero inglés, flemático taxista. Pensé en hacerle una foto, pero no tenía batería.
Hice otras fotos, como ésta de este edificio pepinimorfo que ha hecho levantar el abilbainado Norman Foster.

Londres. Bilbao. Noodles o txikitos. ¿Okupas o sistema? Ese es el dilema. Si uno se opone al paradigma globalizador capitalista y angustioso ¿con qué se queda? ¿Con el comunismo? ¿El nacionalismo? ¿El fundamentalismo islámico? ¿El alcoholismo? ¿El zapping? La familia, los amigos, podrían ser quizá una opción. Javier Reverte, que ha viajado, así me planteaba el otro día.

Jugar a ser todo

En una jornada activa de unas diez horas, un periodista puede verse sometido a más de siete desdoblamientos de personalidad, como un Zelig exponencial, carne de esquizofrenia poco hecha, chuletón mental sangrante y espongiforme. Los gravámenes de la plusvalía en las grandes ciudades no evitan un sobrecargo debido a la población flotante en el tema del impuesto de vehículos, mientras la obesidad mórbida supone el 7% del gasto sanitario y los agentes sociales se las ven para llegar al ajuste fino en una negociación en la que tienen que entrar todas las partes y se trabaja en la fusión, en el modelado, la forma y el espacio como una prolongación del estudio, como una reunión de pintores.
Por supuesto, el periodista observador se encoge, se arruga ante la especialización del ponente, del experto, del autor/actor, del hacedor, del creador. Porque la cristalización de los contenidos, ese visionado de la existencia como un proyector frenético de diapositivas, trae una brisa que huele a abulia, y acogota. Ante la imposibilidad física de conocer todos los temas, de asumir todos los temas, los que fueron y los que se hacen, el comunicador termina —como denunciaba Fermín Bocos sobre los informativos de hoy— en la banalización de la propia vida, en el sobrevuelo tedioso de unos paisajes en los que no hay ganas de posarse.
Y se cae en la negritud, en la que los ciclotímicos se creen maníaco depresivos aquejados de síndrome bipolar y los maníaco depresivos mejor no imaginar lo que se creen.
Pero de pronto, el retortijón se disipa, la migraña se descongestiona y el dentista te dice que ya está, que hasta el año que viene. Aparece poco a poco un matiz megalómano y excesivo, de tipo deidad informativa, cuyo material de trabajo no son telas, muebles o talones bancarios sino la vida con MAYÚSCULAS: todo lo que pasa, lo que es, lo que configura el día. Pinches de cocina para los millones de bocas hambrientas de información que devoran lo que les echen sin preguntarse si en esa cocina han usado conservantes, potenciadores de sabor o directamente han escupido. Ah, claro, porque ellos, los receptores, hacen su vida, leen los contenidos que les interesa, sin mayor complejo, y muchos incluso duermen a pierna suelta, planificando vacaciones en un camping de Tierra Estella, en la zona media de Navarra, muy tranquila y con muchos paseos. Son concretos, son algo. Jugar a ser todo es arriesgado. Se cae con frecuencia en la nada.

Olor a prensa

Cuando uno vuelve a su lugar, aquel que figura en el dorso de su DNI, ese de la infancia, de los recuerdos selectivos, de las raíces que son sólidas en un terreno tirando a movedizo, siente muchas cosas. Volver. “Volver es irse”, dijo alguien con bastante buen ojo. Porque la vida ha seguido sin ti, y tiene algo de fantasmal penetrar en la ciudad vieja por el puente de la Rochapea, y ver que nada se detiene, con o sin nosotros, como un avance de la muerte.
Entre los rituales del regreso está el de reencontrarse con los periódicos locales, que también siguen a lo suyo, cada loco con su tema: una página entera del DDN va dedicada al “referéndum” para cambiar las fiestas patronales de un pueblo de la ribera de marzo a junio. Con fotos de las urnas que ilustran. Notición.
El periódico de siempre, porque entre esos rituales que digo está el olor de la prensa local, sí. Cojo las páginas y me las meto bien por la tocha, como un summiller miope, como un cocainómano de una nostalgia poco común. El olor de ese papel prensa es para mi el perfume de mi tierra patria, en plan madalenas proustianas. Es olerlo y venirme esas evocaciones abstractas y directas al sentimiento que sólo da el sentido del olfato.
La ciudad sigue, evoluciona a su manera, con nuevos edificios comerciales que se imponen, pero no gran cosa. En realidad cambia poco. Como ese olor del periódico. Como el periódico mismo, que desde los primeros noventa sigue casi igual, a excepción de una nueva sección de temas “de color”. Basta leer las cartas al director y darse cuenta de que en realidad lo que se busca es el no-cambio, la inmovilización ideológica, la pervivencia del “como hasta ahora”, todo lo que sea posible. Una grisura llevadera. Y nos quedamos atrás, claro. Un anciano de 97 años que habla de acometer el dolor como cristianos, uno que se apellida del Burgo argumentando la radicalidad de Zapatero, otra hablando de los símbolos religiosos, que si Bartolomé de Carranza que si San Francisco Javier. Menos mal que el DDN no tuvo la original idea de tantos otros diarios de bautizarse como ‘la voz’, porque sería una voz un tanto dirigida, seleccionada, ajena. ¡Si al menos contrataran a un ilustrador decente!
Esa es la voz de mi comunidad, la que más se oye al menos. Hay otras, hay diversidad, pero desafinan lo suyo también, no se crean.
Me fijo en una de esas noticias agenciosas que se leen igual en cualquier soporte. Tal, tal, el cubano más longevo de el pais comunista cumple 125 años. Su secreto (todos tienen uno: el yogur, beber vino, dormir poco…): llevarse bien con todo el mundo. 125 años, o sea que nació en 1880, como ese turrón tan caro. Y ahí está, si nos creemos la foto, con un aspecto saludable total, como de cicloturista sesentón. Con 18 años habría vivido “el desastre” de Cuba (para él liberación). El inicio del castrismo le pillaría con 79 y el asunto del niño balsero, Elyansito, con 120.
Quizá el secreto, aparte de llevarse bien con todo el mundo, resida en no cambiar o en cambiar poco. El cubano este lleva 125, suponemos que aislado; el DDN cumplió 100 hace poco. El cambio nos hace poliédricos, caleidoscópicos, incluso polimórficos como una rosa de los vientos, que en cada arista nos muestra cada erosión. Cambiar, evolucionar, ah, allá cada cual. Algunos estamos en permanente mudanza. Quizá así lleguemos a centenarios y entonces nos venga un reportero virtual de ese periódico de provincias, que todavía mantendrá el mismo olor, y nos pregunte por nuestro secreto y diremos: Cambiar. Otros prefieren el no-cambié. Yo les critico.

De librerías II

Por citar a Luz Casal, es una ‘sencilla alegría’, en grado atómico, pero alegre, lo de husmear con interés y desgana por una gran superficie libresca y ver que 2666, del malogrado Roberto Bolaño, va por la quinta edición. Y no son 2666 sus páginas, pero casi: 1125. Resulta que antes de morir planeó sacar al mercado ese tocho en cinco partes, espaciadas en el tiempo—una por año—, con una dosificación de sus páginas más convencional (1125 : 5 = 225 por libro). Y pasó que tanto sus herederos, como Ignacio Echeverría (el crítico vapuleado) o Jorge Herralde se pasaron la última voluntad del pariente, amigo y representado por el forro de las solapas: publican todo de una vez, como un Quijote unificado, como un Berlín ídem, como una Star Wars en sesión continua. Ante eso no puede hacer nada ese gaucho insufrible, ese monsieur pain al que un cáncer tabacoso acabó venciéndole, ayudándole, quizá, a llegar un día a labrarse un futuro en el paseo de las estrellas literario, muerte prematura mediante. De momento no va mal, por la quinta edición.

Continúo mi busca por entre los pliegues de la librería, alentado por la resaca cultureta de anoche, de premio a la constancia cultural: Stravagario, Metrópolis y un festival de cine corto ruso, un concierto en La2 de Radio3 de un tal Amos Lee, un poco de 2666… En el primero, contemplo la versión audiovisual de las páginas centrales de Domingo, el suplemento que sale ese mismo día de las entrañas de El País: Javier Rioyo; Fernando G. Delgado; un tipejo con bigotito y labios finos y homosexuales y Juan Cruz, con su voz de Farinelli guanche, de jilguero excesivo. Pero recomienda un libro. Oh, ah, sorpresa, que es de Alfaguara: Los rojos de ultramar, de Jordi Soler. No lo tienen, ni allí, ni en la otra gran superficie ni en la otra. No sé para que recomiendan libros si no los puedes comprar, como la San Miguel 0,0 con toque de manzana, o la Crema de Queso Semicurado President, que llevo días persiguiendo por entre los lineales. No. Me quedo sin poder materializar mi recomendación rojera y de ultramar. Con un leve mal sabor de boca, hago tiempo en la sección ‘Aventura’, y busco lo que encuentro: La isla de Juan Fernández, de MSO. Caigo en lo viejo conocido, sin más ambición, sin más riesgo, como un putero de barrio. La isla de Alexander Selkirk, abandonado allí a su suerte y a petición suya; o ese Joshua Slocum, el primer hombre que dio la vuelta al mundo en soledad sobre una frugal embarcación en plenos finales del XIX, según ojeo. He ahí un homenaje al robinsonismo más visceral, un manual para náufragos irredentos, en forma de diario de a bordo, pero en tierra, mar y aire. Vale, pero son trescientas y tantas páginas, y tengo bastante de momento con las 1125 de 2666. El navarro, a diferencia el chileno, va un poco por detrás en esto de las ediciones. Pero ahí está, y no el de ultramar, extraviado por algún mar del sur de la distribución editorial. (O que J Cruz se haya precipitado, como un ansioso tertuliano de la COPE, por dejar claras sus intenciones.)
Abandono el gran establecimiento. Paso antes por una galería de televisiones: las nuevas pantallas van a acabar con la preponderancia de la tele como centro de gravedad permanente de los salones. (O todo lo contrario: aparte de las sucintas pantallas que aparecen están las otras, las descomunales, panorámicas, de plasma incluso.) En fin, me vuelvo a acordar del poco estilizado Rioyo y de otro entrevistado: Rafael Azcona: "yo si estoy aquí, es porque si algo he sido es contumaz". Quería decir perseverante. Pero no contumaz: "dic. rebelde, tenaz en el error".
Y todo esto para sacar a pasear la siguiente sentencia que leí en un club de jubilados del apabullante barrio de El Peñascal, hace algunos días, en una de mis derivas periodísticas, mientras hacía tiempo. La dijo Balzac:
"Toda felicidad depende del grado de valor y de trabajo". O de ser contumaces, por citar a Azcona.

Resumen de noticias

Cualquier día es bueno para enterarse de cosas y poder irse a la cama contento. Abramos el periódico. Vivir podría ser un ir clarificando brumas, disipando claroscuros día a día para acto seguido meterse en nuevas mucosidades, sacar la cabeza del agujero, sentir la lluvia, y volverla a meter, como avestruces semicuriosas. Se me ocurre que lo de saber cosas sirve especialmente si después se pueden comentar. De ahí que los diarios “abran” sus primeras páginas con las cuitas deportivas de sus equipos regionales. Eso se comenta más que el descubrimiento del hombre de Flores, a pesar de lo mucho que ayuda este homínido a entender la evolución de la cadena humana y eso. ¿Si la portada de ese periódico fuera el hombre de Flores se hablaría más de la evolución humana que del 'aleti'? No lo sé, no contesto.
El día 4 de mayo de 2005 me enteré de las siguientes cosas, por culpa de un periódico:
- La guerra de Irak le cuesta a EE UU 3.000 millones de euros mensuales
- El pescado sólo protege el corazón si se cocina hervido o a la plancha
- El informe anual de Reporteros Sin Fronteras desvela que ETA, Fidel Castro y tres dirigentes paramilitares colombianos son algunos de los principales enemigos de la libertad de expresión en la actualidad
- El Papa abre su agenda política con una audiencia al presidente italiano
- Chirac recurre a los valores de 1789 para persuadir a los indecisos del referéndum
- Eric Clapton con Cream 40 años después

Este es mi ‘resumen de noticias’ por citar una canción de ese bardo un tanto petardo que canta sin protestar, que se llama como el primer ministro italiano, que no el presidente. Carlo Azeglio Ciampi, así se conoce al jefe de Estado, que ronda por encima de la rutilante calva de Berlusconi. Nunca vi su rostro, como Albert Pla el del poeta Fonollosa. Sí en cambio el de Fidel, ese hijo de emigrante español, que es tan revolucionario que ha caído en un bonapartismo como de libro de Haro Tecglen. ¿Napoleón era bueno o era malo? ¿El Che Guevara era bueno o era malo? ¿Los indios eran buenos o malos? Chirac anima a sus franceses a sacar su lado revolucionario, y que voten SÍ a la Constitución europa, que “en cierta manera es hija de 1989, es decir de la caída del Muro de Berlín, pero sobre todo es la hija de 1789”. Recuerdo haber estado en París el 14 de julio de 1989, cuando todavía no tenía pelos más allá de la cabeza. Sabía que se conmemoraban los doscientos años de la toma de la Bastilla, en una revolución de unos campesinos que estaban precisamente hasta los huevos, aprox. También me enteré de que se cumplían 100 años de la construcción de la torre Eiffel. No sé si sabía entonces que la construyeron para la Exposición Universal de 1889. Hace tres días me enteré, in situ, de que la plaza de España de Sevilla se montó para otra Expo, la Iberoamericana de 1929. Aquel 14 de julio, decía, con mis G.I. Joe en los bolsillos, París era para mí una fiesta, de banderolas tricolores, y pensaba en que Perico Delgado aún podía ganar su segundo tour. Pero no tenía ni idea de que en Berlín más de un millón de personas vivían contenidas en unos cuantos barrios, y llevaban así desde 1961. Tuve que ir a Potsdammer Platz, a lo que fue el 'no man's land', para darme cuenta de que aquello pasó, y beber unas cuantas cervezas servidas por un camarero iraquí en Alexander Platz, para ver que el comunismo es más gris que rojo.
El 18 de junio de 1994 fui a un concierto de BBM, el grupo que quería ser Cream pero con Gary Moore en lugar de Eric Clapton y hoy leo y veo que vuelven, a lo revival, con cuatro recitales para oídos elitistas.
¿Saber o no saber? Ojos que no leen.. esa es la cuestión. ¿Y si éramos felices bañando filetes de perca en el grasuz aceitoso de nuestras crepusculares cocinas?

Huskys siberianos

No es impostura intelectualoide. Hay ciertas franjas horarias en que la tele es como una discoteca plagada de feas. Me levanté tarde, a esa hora en que no quedan telediarios, esa criminal franja vespertina, dedicada en exclusiva a las pasiones más viles, que te retuercen la bilis, entre bloque y bloque de publicidad. Conozco uno de Guernica, lector resacoso del Abc, que aboga por la ilegalización de Telecinco. ¿Qué programas verá Baltasar Garzón? Poca tele, imagino.
Ante esa corrupción televisiva opté por los famosos documentales de La2, que allí siguen, inamovibles como Informe Semanal o la silla de Ana Blanco. Iba sobre perros, perros humanizados, humanos aperrados, perros con abrigo, perros pijos, perros socialistas, perros libres, perros con correa, perros poco ladradores, perros peludos, perros con costra, perros viscosos, todos cojonudos, que cantaría Chivi. Pero me interesaron sobre todo unos: los husky siberianos. Y su fabulosa labor como perros de arrastre de trineos.
Decía el narrador algo así "Puede parecer cruel hacer trabajar de esta manera a los perros, tirar durante largas jornadas de unos trineos, bla, bla. Sin embargo, no hay nadie más feliz que un husky siberiano integrado en el grupo, tirando del trineo, corriendo con el resto de perros. Esta manera de canalizar su energía les hace sentirse completos." Y no sólo eso, según leo en la enciclopedia Encarta: "La popularidad del husky como animal de compañía ha crecido en los últimos años gracias a su limpieza, docilidad, inteligencia y elegante aspecto".
Se les veía exhaustos, pero con buena cara. Las lenguas larguísimas, delgadas, inertes, hablaban del esfuerzo extremo al que se someten. ¿Acaso no son de admirar estos chuchos y no la beligerante fauna de A3 y T5?
Tiene enjundia esto de los huskys, y no me refiero a esa dudosa prenda que gastan tantos madrileños de origen cántabro y demás ralea clasicona, no. Husky siberiano, ni más ni menos. Hay que tomar su ejemplo (y rezar para que no se te descuajeringue alguna pata). Los animales nos enseñan mucho, pero nos empeñamos en creernos superiores. Canalizar la energía, emplearla en algo digno, ser de utilidad, cooperar en un fin superior y que nos trasciende, que sirve a los otros, dar sentido a la lucha, luchar por algo… Parece obvio, de sentido común.
Estamos configurados para la pelea, la lucha. Como si cientos de generaciones precedentes hubieran peleado, luchado, en carabelas con escorbuto, en emigraciones a Alemania, en atascos en la M-30 con eterno retorno, yo que sé. Conocí a un madrileño, ex – ingeniero informático por vocación, que me contaba que se iba a Key West a vivir de camarero del tipo ‘hayquesalirsedelsistema’. Hemingway solía ir mucho por allí, a ‘Cayo Hueso’, sí. Se ve que es un filón turístico aquello. Le puse algún pero que otro a su euforia jipiesca: "Hay que tener un proyecto, tal, tal, Qué pasa si todo el mundo se sale del sistema, tal, tal". Me replicaba: "Desde el colegio nos han educado para sacar las mejores notas, saltar más alto en la colchoneta, mear más lejos, hacernos ricos, prestigiosos, estamos contaminados desde pequeños". Vale, vale. Medio me convenció. Puede que estemos mal educados, pensé, orientados a la competición, a la superación. ¿Y qué hay de malo? Sólo hay que canalizar la energía y seguir corriendo, en la buena dirección a poder ser, como esos perros que os cuento. No podemos salirnos de nuestro sistema, ni aquí ni en Key West, ni en Siberia. Correr, canalizar nuestra energía, tan fácil como eso. Guao.

Viva la chicha y el vino

Hay personas que hacen de la bonhomía su religión, su ejercicio diario. Joaquín Zabalza era uno de esos, entrañable hasta las cachas.
La música era su otra convicción, a la que se entregaba en concurridas horas de docencia en aquella buhardilla de una bohemia domesticada. El mes de julio solía descansar, nada de guitarra. Sí, en esos apretados metros cuadrados se formaron generaciones de guitarreros, más o menos tenaces, más o menos talentosos. Rodeados por las fotos de destellos de los años de éxito, los Iruña’ ko. Las giras por América, miles de conciertos y sus caras sonrientes, con ese aire a jugadores férreos del Athletic, caras yo diría que españolas, con sus chaquetas de brillos en blanco y negro.

Los métodos de Joaquín se basaban en la paciencia extrema y en la falta de miedo a la repetición, en un desafío constante a la rutina musical. Ashley Templewood y yo calculamos que habría llegado a tocar la ‘mazurca’ unas 40.000 veces. Sus métodos eran gráficos, plásticos, que se dice. Recuerdo cuando me enseñó ‘Nathalie’ de Moustaki: "pon aquí los dedos, como si fuera una pared, Luego haces la escalera, El punteo es como una carrera de atletismo, si repites un pie te caes."
El Tico-tico, el estudio en Sol, el Vals del Soñador, Amorada, el Chorus de Villalobos, las Czardas de Monty, Zorba el Griego, las rumbas de Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar, el Romance Anónimo, mi Favorita, el Pájaro Campana, la Flor de la Canela… Es cierto, su repertorio no era un dechado de modernidad, pero servía. Servía para aprender a encontrar en la guitarra una amistad, sumisa y desafiante.
Se acabaron los arpegios en c/Mayor 55, pero quedan las guitarras, "guitarras mágicas", porque seguirán sonando, más de 40.000 veces, seguro. Y como solía cantar cuando practicábamos "ritmos", uno de esos temitas de aires chilenos: Viva la chicha y el vino, viva la cueca y la zamba, dos puntas tiene el camino y en las dos alguien me aguarda.
Hasta siempre.

Aquellos maravillosos años

Aquellos maravillosos años

Me llama Molusco con entusiasmo: van a reponer ‘Aquellos maravillosos años’. Miro EL CORREO desconfiado y bien hecho: se trata de un reportaje sobre los 25 años de la UPV, la uni de los vascos y las vascas, ejemplo de modelo educativo/combativo, según veo en la ETB. Pero nada de Kevin Arnold ni Paul Pfeiffer. Una pena, porque esa serie era buena. Y corta. Aquellos maravillosos capítulos en dosis semanales los lunes por la noche dejaban al espectador la insólita sensación de querer más, el agradable sabor a poco de los buenos vicios, cosa rara en lo audiovisual. Lo audiovisual es excesivo, exagerado, extenuante, y más para el espectador que se planta ante el fotograma como ante un cuadro realista de Antonio López, o uno hiperrealista de Richard Estes, actitud esta poco recomendable para la salud mental.
‘Aquellos…’ tenía esa justa dosis entre tiempo y contenido, el primero corto y el segundo amplio y uno se iba a la cama con una nostalgia alegre como las cuerdas acústicas de la versión de la versión de Joe Cocker de ‘With a little help from my friend’ que sonaban sobre los créditos en negro. Con una ligera fe en el futuro, o en el día siguiente, al menos.

Cómo seleccionarán los guionistas de 2035 los temas de ‘Estos maravillosos años’. ¿Qué canciones, qué guerras, qué artilugios domésticos, qué tipo de pantalones serán rescatados por sus inestables cerebros? ¿Hablarán del febrero sangriento iraquí de 2005? ¿Irak será sinónimo de Vietnam y Bagdad de ciudad-bomba? ¿Y Bush? Nixon a su lado es Majatma Gandhi.
Vivimos tiempos guionizables, superada la parquedad de los noventa, que acabó hacia la mitad, con la bala que mató a Nirvana en el 94. Música. Habrá que poner banda sonora a los futuros Kevins Arnolds y sólo los muy guruses decidirán cuál es la música de nuestro tiempo y cuál no. Entonces, los telespectadores de ese ‘Cuéntame’ de los lunes por la noche de 2035 —en alguno de los 2034 canales por cable que se sintozinen por la banda ancha, estrecha o por el secador del pelo — se bajaran las canciones por el Internet del futuro. ¿O esto de tener toda la música del mundo gratis será la envidia incrédula de nuestros hijos? Las edades doradas sólo se reconocen cuando se acaban o alguien las prohíbe. Al menos, si no eres músico ni muy escrupuloso, ahí tienes una edad dorada. ¿Amor libre? Woodstock sólo duró tres días.
(Del viernes 15 al domingo 17 de agosto de 1969.)

Centro de gravedad

La comunicación no verbal dice mucho de nosotros. Muchos preferirían no tener que cargar con esa losa, ser libres de un cuerpo que delata en gestos, o en ausencia de gestos, de una voz que vibra poco o mal, de un felipe contumaz.
El cara a cara, la sobriedad cotidiana en nuestro trato, tiene algo de romántico, de épico, de Hemingway y Brigadas Internacionales, de votante en Bagdag. Sólo algo, pero algo es algo. Sí. Mucha de esta creciente comunidad virtual firmaría por una vida on-line, un foro perpetuo de contacto a través de la tecla. La comunicación no verbal es aparatosa, y deja a veces un cuerpo desangelado, una cierta sensación de coito interrumpido. Basta acudir a una de esas anacrónicas tertulias literarias que organizan cada tiempo algunas almas cándidas de buena fe para darse cuenta. ¿Quién se mete allí? Los frikises, las abuelas de izquierdas, beneficiarios de extrañas pensiones, solterones muy leídos y diversas soledades con vestuario años ochenta, último grito en comunicación no verbal.
Dijo Arcadi Espada algo así: "Internet ha significado una auténtica revolución intelectual". Su pléyade de opinadores diarios, de gran fidelidad, lo certifican. Nuevos tertulianos, gente interesada en el mensaje y no en la bufanda, que a lo sumo lee entre líneas. Allí se discute sobre diverso material más o menos ‘búlgaro’ que les mantiene entretenidos un rato, creyéndose colegas de algo, compañeros de tal. Se encuentran, desencuentran, insultan, aplauden, ocultan, descubren, suplantan y citan. Y todo ello en el territorio privado de sus lugares de (¿poco?) trabajo.
Hay que dárselas mucho de gurú para decir esto es bueno, esto es malo. El romanticismo, la aventura, es hoy también según configuración personal, como esas asignaturas de la universidad. Y pasa por crearse un centro de gravedad más o menos permanente, como Franco Battiato. Un reino estable, de intereses a largo plazo, intensidades variables, equilibrios satisfechos e insatisfechos en moderada armonía. Lo bueno, lo malo. Ay.

Los diarios gratuitos. Nuevo modo de acercarse a lo global. En el asiento del metro o del bus, con un ojo dormido y el otro despertando a la curiosidad: "Los jóvenes españoles son los más felices Europa". Qué! Lo dice esta nueva publicación del grupo Recoletos. Curiosa forma de periodismo ésta, de grandes titulares a Arial 60pt, caja baja, sin remate. Y me acuerdo del reportaje de la familia Nakib, esa familia iraquí, bagdalís de toda la vida, con la que anduvo un reportero de Vocento, haciendo sinergias. Dos puntos:
(...)
Mustafá es un loco de la informática; es uno de esos adolescentes enganchados la mitad del día al Windows.
(…)
La familia Nakib se ha mudado de domicilio hace algo más de un año. Y Mustafá, que es un muchacho muy sociable, dejó un montón de amigos en su antiguo barrio. Al principio, su padre, Mulham, le llevaba en el coche a que los visitara, pero, desde que comenzaron las restricciones de gasolina, apenas usan el viejo 'Toyota' más que para una emergencia. Pero no por eso ha olvidado Mustafá a sus amigos, con quienes se mantiene en contacto diario mediante un 'chat' en el cibercafé que hay junto a su casa.
(…)
La claustrofóbica vida de Bagdad ha convertido a los Nakib en adictos de la Red. Cuando termina sus clases en la Universidad, a las dos de la tarde, Zina se hace acompañar por su prometido al cibercafé que éste regenta. Toman un emparedado. Y ella pasa un rato navegando.

La pista búlgara

Me decía JdelC, entre los tintineos de los ‘copuces’ de fin de año, a propósito de MSO: "somos amigos, pero ya no hay pista búlgara". La pérdida de los lugares comunes, esos que tanto se critican, pero que tanto unen. Favorecen el "encuentro", ese del que el propio JdelC es abanderado.
Se vacían las plazas mayores, se llenan los centros comerciales, en los bares se grita. La mañana que entré al café Gijón, me pedí un café con leche y sólo vi a dos señoras y un japonés. ¿Y las tertulias de café y humo azul? ¿Dónde estaba la gente? Detrás de las pantallas: de cine, del portátil, de la tele, del móvil, de la Palm, mandándose e-mails, chateando con nicks, masturbándose frente a la mirada morbosa y metálica de una webcam, ese agujero negro del sexo pixelado. ¿Dónde están todos? Algunos escribiendo mensajes en blogtellas, otros, leyéndolos con poca fe, con ganas de terminar, de esconderse bajo la sombra de las cinco columnas de su periódico local, a ver si sale en la foto.

Madrid es tenerlo todo y no tener nada, dijo el ramoniano Gómez de la Serna. Internet, la Comunicación, algo parecido. Desasosiego del exceso. "La felicidad está en la limitación" dijo creo que Goethe. Quedan pocos personajes, reales como ese JdelC de quién hoy me sirvo, pocos, digo, los que se atreven a buscar, provocar, forzar el ‘encuentro’. Basta bajar a la calle y pedirse una, dos, tres copas de salud con tónica. Pero preferimos no renunciar a nada, pilotar el mundo con nuestro ‘mouse’, decirnos de todo y no decirnos nada.

La cita de Manuel Alcántara, al final de "Tío Vivo C. 1950", esa peli con más actores que público: "Fueron tiempos duros, sí, pero ¿no fueron acaso los más nuestros?". Algo así dice, y eso es mucho decir, sí, pero da que pensar.
La pista búlgara, la sintonía, los códigos, la cultura, el sentido "común" suenan a película de Garci, a reliquia del pasado, a costumbrismo en blanco y negro. Nos cristalizamos, alambicamos, retorcemos, sofisticamos. Mientras tanto, los blogs surgen como si nada, en plan búlgaro, y un bakala planta sus cosas ahí dentro y una enferma de Síndrome de fatiga crónica vence un rato su cansancio, buscando, seguramente, la pista, el encuentro.

Hay alguien al otro lado

Hay alguien al otro lado

No me refiero al otro lado de la cama, ni al otro lado del auricular, como decían esos anuncios futuristas que ya son historia de esa teleoperadora extinta (¿Retevisión?). No me quedó claro si murió por sí sola, o murió fusionándose o murió dejándose comprar. Hoy decía un periódico que ONO no acepta la oferta de compra de AUNA de 2.400 millones de euros. ¿Quién tiene la culpa de todo?

Pero sigue habiendo gente al otro lado. Como ese “hola, soy Edu, feliz navidad” de Airtel, que se hizo tan famoso después de gastar tantos millones en GRPs para acabar también de malas maneras. Marcas muertas. Toreros muertos. ¿Desaparecen alguna vez de nuestro subconsciente? Superser, Frigurón, Mr. Propper (fue al principio, ahora se llama don Limpio), J´Hayber, Paredes, Ñampa Zampa… no sé me ocurren más…
De toreros que hable otro.

El otro lado: audiencia, usuarios, receptores, oyentes, espectadores, telespectadores, lectores. Alguien que ve una película guarra por Internet mientras pasa un banner de Friskies con el programa de “Hablar por Hablar” de fondo es todo eso (y más).
De toda la gente que está al otro lado cuando desde una parte del mundo se envía una información para que alguien la recoja, me quedo con el lector. No el lector de Blogs (receptor), ni el lector (de toda la vida) de novelas de Corín Tellado o Álvaro Mutis. El lector más auténtico es el de periódicos, porque lo hace a diario y sin esconderse.
Nadie sabe realmente quién se lee “Lunas de Hiel” o “Diario de un skin”, a no ser que esos lectores lo manifiesten en el metro u otros espacios públicos de lectura. La lectura de literatura es más de retrete, de retiro, vamos, en soledad. La lectura de periódicos, con temas públicos (y notorios) se da más en el medio civil u hostelero, acompañado de café con porras, o compañeros del curro de corte aburrido y oficinal. También en el trabajo. (Nadie lee a Espido Freire en el trabajo.) Por eso, al ver a esos lectores de prensa fresca, me digo “mira, un lector de prensa nacional con gabardina”. En el autobús, en la panadería, en el ascensor, en la cinta negra y con migas del super, en las peluquerías con olor a pelo mojado, en las salas de espera (con esperanza), en los bares de copas taciturnos, en los casinos cansinos, en los badulaques repletos, en las universidades presenciales y en las playas de España. Al lector de periódicos se le ve, se le pilla consumiendo información. Es nuestro hombre. Al otro lado.

Centros comerciales

Centros comerciales

En USA los llaman “mall”, pronunciado “mol”. Porque son moles, construcciones faraónicas que sobrecogen al peatón, que de pronto se convierte en consumidor. Si antes fue audiencia, lector de periódicos, pescatero, pediatra, pederasta, lo que sea, deja de serlo para convertirse en consumidor. Potencial o real, pero no somos los mismos cuando andamos por las galerías de uno de esos “moles”. Nuestras circunstancias han cambiado, tienen precio. Y nosotros algo de dinero en metálico o plástico. (Porque entrar en un centro comercial sin dinero tiene algo ir a misa y no creer.)
Siempre hubo comercio, hasta de carne. Cambian las formas, pero el espíritu permanece, que es gastar y gastar. Las nuevas formas las levantan arquitectos muy duchos en crear espacios agradables, donde uno no se quiera ir en muchas horas, micromundos idílicos con dependientas talla 38: un anti-Bagdad. Cada décima de segundo se pone un ladrillo en España de un nuevo centro comercial, ladrillo arriba, ladrillo abajo: Zubiarte, Sanchinarro, La Morea, Itaroa, Vega Plaza, Viapol Center, Puerta Cinegia, Aqualon Puerto, La Minilla, Príncipe Pío, Airesur, etc.

Vivimos tiempos de inauguraciones. El “efecto Guggenheim” se traslada a otras ciudades, que abren las puertas de sus nuevos y modernos museos, como el Musac de León. Recuerdan en algo a los centros comerciales, estos museos, por lo sobresaliente de su arquitectura, por la cadencia algo cansina de las rodillas de su público. También por ese consumo del arte, parece que ya no se contempla, sino que se come sin masticar, como con cara de asco: un Rothko, dos Modiglianis, tres Giacomettis.
Y después de la mística, volvamos al espacio comercial a Zubiarte, Sanchinarro, La Morea, Itaroa, Vega Plaza, Viapol Center, Puerta Cinegia, Aqualon Puerto, La Minilla, Príncipe Pío, Airesur, etc.
Porque dentro estamos protegidos, felices a ratos, a salvo de las yugulares rasgadas de Irak, los maremotos de Sri Lanka o la sombra alargada del terrorismo islamista. Así es. Así son, una pantalla contra la lucidez.
La verdad está ahí fuera, sí, pero dentro se está mejor. En Colombia también lo saben.

De librerías

De librerías

Hola, hola, me presento ante vosotros, ante ti, que estás ahí. Sirva este desvirgamiento para presentar este nuevo weblog basado en el del periodista y escritor Arcadi Espada, que es de lo mejor en este curioso género de la literatura virtual.
Bienvenido, herpano, a este lugar que ya tiene, o va teniendo, razón de ser, identidad, que va a ser la de divagar (hacer dos veces el vago, según Coll) sobre lo que voy leyendo, que es luego de lo que escribo, aquí y en páginas de papel también. De eso va ir esta página, de libros que leo, y a lo mejor también de noticias que leo, y de cosas que veo, por si le interesara a alguien leer sobre eso, que ya veremos.

Ayer me apeteció comprar un libro, que me suele pasar cuando voy por la mitad de uno o dos. Entré en una de esas librerías de corte inglés en que apilan los libros de más feroz actualidad haciendo columnas de distintos estilos. La de Carlos Ruiz Zafón y su Sombra del Viento era gigantesca, salomónica. Y el nuevo de Dan Brown, "Ángeles y Demonios"; quedaban muy bien, hasta que la gente los compre.. De pronto, me acordé de Gabo y su inminente vuelta a la novela tras diez años y me puse a buscar columnas con su libro. No me costó dar con "Memoria de mis putas tristes" cerca de la entrada. El libro era finito, engordado con unas tapas duras, varias páginas de humo al principio y un cuerpo de letra de más de catorce. Por un momento decidí comprarlo, consumir la literatura de mi tiempo, como otros se compraban "La Familia de Pascual Duarte" o "Zalacaín el Aventurero". Lo hojeé un rato y leí dadaístamente unas palabras: coronel, puta, gallina.. Algo así. De pronto, se me pasaron las ganas de leer esa literatura que ahora me parecía lo contrario a mi tiempo, ese realismo mágico es atemporal, casi medieval. No sé de qué va el libro, pero no lo pienso comprar. Seguí sorteando ángeles y zafones y caí en Bernardo Atxaga y una edición de "Obabakoak" con un tipo de letra muy bonita, como de máquina de escribir antigua. Literatura vasca. Dado que estaba en Bilbao, y voy a estarlo por un tiempo, me pareció mucho mejor idea cambiar García Márquez por Atxaga, y conocer al literato más importante que ha tenido el País Vasco, que además me cae bien. De momento, leídas cuatro páginas, yo diría que es un Günter Grass a lo vasco: "Encuadernados la mayoría en piel y severamente dispuestos en las estanterías, los libros de Estaban Werfell llenaban casi por entero las cuatro paredes de la sala..."
Ya os contaré. Imagino que habréis adivinado qué dos personajes conforman el "monstruo" literario de la foto. Saludos.

Sus putas tristes

Sus putas tristes

Al final me pudo el marketing del faldón naranja que recubre el blanco virginal de esa primera edición y le compré a GGMárquez su vuelta a la novela tras diez años, lanzamiento mundial en lengua española, dense prisa o se quedarán sin nada, pasen y lean, soy un Nobel, sé de lo que escribo, compren mi libro.
Se lee aquello a grandes zancadas, letra gorda, página gruesa, una sola trama, una adolescente desnuda… Aunque podríamos pensar que cada palabra le hubiera costado sangre, sudor y lágrimas de tinta al colombiano. Diez años deberían dar para más. ¿Se es novelista toda la vida? No sé, pero en la página 21 encuentro una errata, una letra que falta, como un diente negro: “Casi al instante, me depertó el teléfono”. Una insignificante cagada en la cara del millón de lectores de Gabo, que la recibimos en esa primera edición, ingenuo millón de coleccionistas exclusivos.
La errata, el gallo, el gazapo, animales que tropiezan ante nosotros enseñándonos unas bragas que tardaremos páginas en olvidar. Mis fuentes, siempre fieles, me dicen que en la primera edición de “Arroz y tartana” de Blasco Ibáñez, últimamente vista en televisión, se leyó esto: “Aquella mañana, doña Manuela se levantó con el coño fruncido” (por ceño). O ese drama que se representó en nosédonde: “La expulsión de los mariscos” (por moriscos).
No es que me molesten esas interconexiones metalingüísticas con el lector, pero me entra el ansia de hacerme corrector free lance. Antes de mandar a la imprenta hay que estar seguro de hacerlo. Por un millón de lectores al menos.
Me acuerdo de un reciente recital de erratas de la mano de Francisco Umbral en “¿Y cómo eran las ligas de Madame Bovary?”, libro sobre la literatura de otros, género muy socorrido cuando no hay ganas de hacer literatura propia. Tiene unas cuantas erratas rancias, que me entretuve en subrayar como una monja chivata. Hubo una que llegó a molestarme algo, porque me hizo salir de la cama, más que nada. Dice en la pag. 65 “Vincent van Gogh nace en 1890”, y al rato “en 1886 está en París con su hermano Théo” y luego “el 27 de julio de 1890 se dispara un tiro en el pecho y muere dos días más tarde”. Tuve que acudir a mis fuentes, que no fallan, porque no son humanas, para que me recordaran que el del pelo rojo nació en 1853 y murió en 1890.
Sin yo buscarlo, fui consumiendo esas sonrojantes faltas de poca gloria literaria, reivindicando a cada una la ampliación de la plantilla de correctores en el universo Planeta.
Pero yo quería hablarles de los centros comerciales. Otro día, mejor.

Opiniones y paradojas

Opiniones y paradojas

“En Bilbao, como todo en todo el País Vasco, echan más chispa las chimeneas que el espíritu de los hombres.” Esto lo decía Pío Baroja en 1918, con ese resentimiento tan suyo hacia todo aquello que no le había tratado bien en la vida. Porque nunca se sintió del todo cómodo en su Vasconia natal, basta coger sentencias como ésta de 1904 en la que describe a sus paisanos: “silenciosos, antisociales, los vascos cuando quieren entenderse con los demás cantan”. (Pío Baroja, Opiniones y Paradojas, Prólogo y Selección de Miguel Sánchez-Ostiz, Tusquets Editores, 2000).

Esta contundencia no es, tampoco, un método eficaz de socialización. Y es que la vida social de don Pío fue escueta, dicen. A Azorín lo consideraba un “excelente amigo”, cosa extravagante en él. Su vida amorosa se ve que, simplemente, no fue. Hay que ser barojianos. Y antibarojianos.

En el País Vasco ya no hay tantas chimeneas. Yo veo un espíritu cosmopolita en Bilbao. Veo a Philippe Starck diseñando los interiores de la Alhóndiga, que quiere hacer un “edificio con la elegancia de la inteligencia y la belleza de la felicidad”. (Se podrían alterar los cuatro conceptos y la cita seguiría siendo atractiva.) Veo un caleidoscopio a tamaño real, un videoclip personalizado, un viaje alucinógeno con el abrigo puesto y los zapatos húmedos, un chorreo colorido, en los cubos del iluminado japonés. (Al lado del Guggenheim, euro y medio la entrada.)

Recuerdo una frase de promoción del canal de tv de los 40 Principales: “si siempre sigues a los demás nunca les adelantarás”. Y salía un coche persiguiendo a otro en una pista de Scalextrix. Pamplona, Vitoria, Logroño, con sus Baluartes, Artiums y bodegas diseñadas por Frank Gehry se arrebujan en esa comodidad del “que invente otro” y van tejiendo su Historia silenciosa de provincias, de humo cerrado, que diría ése. Siguen la estela vanguardista del de al lado, y para cuando la asumen, ya es menos vanguardia. El provincianismo florece cuando se es demasiado consciente de lo correcto, demasiado cuerdo, demasiado sensato, demasiado apropiado, recatado, moderado, demasiado equilibrado.
Baroja no fue demasiado de nada de eso, como nos muestran sus “opiniones y paradojas” y así alcanzó cierta universalidad. Como Unamuno, del que dijo por cierto: “era el aldeano que sale del terruño y se hace rabiosamente ciudadano y adopta todos sus hábitos y procedimientos”. (Parece que se trate de ser el menos aldeano...)
No se debe intentar contentar, agradar, a todos por principio. Baroja lo sabía, y lo llevó al extremo, lo practicó a tumba abierta. ¿Hay a que llegar tan lejos? No sé. Como novelista, llegó a ser considerado “la novela”, eso sí.
Dejemos a Baroja en la estantería.
Hoy Bilbao es “la ciudad” del norte.

Inventos

El otro día se comentó por aquí el tema de las "videollamadas", eso que Telefónica pretende hacernos instalar en nuestros hábitos de comunicación para que nos veamos las caras mientras hablamos. Hoy, leo en un diario un artículo sobre las "Llamadas IP" que permiten usar Internet para mantener conversaciones telefónicas (basta con ponerse unos cascos y encender el altavoz). Todo ello sin pagar más que la cuota ADSL, o sea: teléfono gratis. Me suena que un amigo mío ecuatoriano/navarro ya usa desde hace tiempo este nuevo sistema revolucionario de comunicación, porque lo gratis siempre es revolucionario, no como esos fallidos intentos de tecnología WAP, E-Moción y todo ese Internet en tu mano que es como intentar meter la Biblioteca Nacional en una carpeta (de cartón azul y gomas) de las del cole.

Oímos en diversos mentideros eso de "ya está todo inventado". Pienso lo contrario cada vez más, y creo que estamos en un buen tiempo para inventar, sobre todo con conocimientos de informática. Basta mirar alrededor para ver cómo cada vez los Alcántara son más prehistóricos: e-mails, mensajes SMS, mensajes MMS, Palms, chat, webcams, weblogs, videoconferencias, música MP3.. Todo eso se ha inventado en menos de diez años, o por lo menos su uso se ha popularizado en ese tiempo. Aún se puede inventar. Como esos dos hombrecillos que un día descubrieron que con un par de fórmulas sistematizadas se podía buscar y encontrar toda la información de Internet (Google). (Por cierto, muy interesante las teclas de "Noticias", "Grupos" y "Directorio": hay que toquetearlas. En google.com si uno pone en la barra: 200 yards in meters ó 200 gallons in liters.. lo calcula! Apasionante dato, no lo he obtenido yo solo.)

Inventar. La globalización tiene sus fisuras, e Internet es una de las más grandes. Por Internet se cuelan películas del tipo "El último samurai", antes siquiera de estrenarse en las salas. Nace una nueva forma de ver cine: frente al ordenador. Invento: mando a distancia para el ordenador (que lo habrá). Esos grandes grupos americanos y voraces que se comen al cine español y al que le pase por delante no saben qué hacer al respecto, y se convierten en espectadores de este nuevo fenómeno de cine en casa, el verdadero "Home Cinema" a la carta, gracias a la tecnología ADSL.
Entre mis andanzas taciturnas, me encontré el otro día con un detective, que también es empresario y boxeador. Venía de liquidar un videoclub, reafirmándose en su condición detectivesca. Me habló de cómo las academias de informática bajan por las noches películas como las rotativas imprimen periódicos: sin parar. De cómo los manteros y mochileros venden pelis a tres euros y a nadie se le mentaliza hoy en día para que pague 20 en vez de tres, cuando el producto es tirando a clónico. Me decía que había que pillar "in fraganti" a las dos partes delictivas, comprador y vendedor, y me expuso toda una serie de triquiñuelas estratégicas que retuve más bien poco.

Llamadas IP. El sector discográfico está de capa caída, también el de venta y alquiler de películas. Pero, ¿y sí esto le ocurre a las operadoras de telefonía?