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El Náufrago Cosmopolita

De librerías II

Por citar a Luz Casal, es una ‘sencilla alegría’, en grado atómico, pero alegre, lo de husmear con interés y desgana por una gran superficie libresca y ver que 2666, del malogrado Roberto Bolaño, va por la quinta edición. Y no son 2666 sus páginas, pero casi: 1125. Resulta que antes de morir planeó sacar al mercado ese tocho en cinco partes, espaciadas en el tiempo—una por año—, con una dosificación de sus páginas más convencional (1125 : 5 = 225 por libro). Y pasó que tanto sus herederos, como Ignacio Echeverría (el crítico vapuleado) o Jorge Herralde se pasaron la última voluntad del pariente, amigo y representado por el forro de las solapas: publican todo de una vez, como un Quijote unificado, como un Berlín ídem, como una Star Wars en sesión continua. Ante eso no puede hacer nada ese gaucho insufrible, ese monsieur pain al que un cáncer tabacoso acabó venciéndole, ayudándole, quizá, a llegar un día a labrarse un futuro en el paseo de las estrellas literario, muerte prematura mediante. De momento no va mal, por la quinta edición.

Continúo mi busca por entre los pliegues de la librería, alentado por la resaca cultureta de anoche, de premio a la constancia cultural: Stravagario, Metrópolis y un festival de cine corto ruso, un concierto en La2 de Radio3 de un tal Amos Lee, un poco de 2666… En el primero, contemplo la versión audiovisual de las páginas centrales de Domingo, el suplemento que sale ese mismo día de las entrañas de El País: Javier Rioyo; Fernando G. Delgado; un tipejo con bigotito y labios finos y homosexuales y Juan Cruz, con su voz de Farinelli guanche, de jilguero excesivo. Pero recomienda un libro. Oh, ah, sorpresa, que es de Alfaguara: Los rojos de ultramar, de Jordi Soler. No lo tienen, ni allí, ni en la otra gran superficie ni en la otra. No sé para que recomiendan libros si no los puedes comprar, como la San Miguel 0,0 con toque de manzana, o la Crema de Queso Semicurado President, que llevo días persiguiendo por entre los lineales. No. Me quedo sin poder materializar mi recomendación rojera y de ultramar. Con un leve mal sabor de boca, hago tiempo en la sección ‘Aventura’, y busco lo que encuentro: La isla de Juan Fernández, de MSO. Caigo en lo viejo conocido, sin más ambición, sin más riesgo, como un putero de barrio. La isla de Alexander Selkirk, abandonado allí a su suerte y a petición suya; o ese Joshua Slocum, el primer hombre que dio la vuelta al mundo en soledad sobre una frugal embarcación en plenos finales del XIX, según ojeo. He ahí un homenaje al robinsonismo más visceral, un manual para náufragos irredentos, en forma de diario de a bordo, pero en tierra, mar y aire. Vale, pero son trescientas y tantas páginas, y tengo bastante de momento con las 1125 de 2666. El navarro, a diferencia el chileno, va un poco por detrás en esto de las ediciones. Pero ahí está, y no el de ultramar, extraviado por algún mar del sur de la distribución editorial. (O que J Cruz se haya precipitado, como un ansioso tertuliano de la COPE, por dejar claras sus intenciones.)
Abandono el gran establecimiento. Paso antes por una galería de televisiones: las nuevas pantallas van a acabar con la preponderancia de la tele como centro de gravedad permanente de los salones. (O todo lo contrario: aparte de las sucintas pantallas que aparecen están las otras, las descomunales, panorámicas, de plasma incluso.) En fin, me vuelvo a acordar del poco estilizado Rioyo y de otro entrevistado: Rafael Azcona: "yo si estoy aquí, es porque si algo he sido es contumaz". Quería decir perseverante. Pero no contumaz: "dic. rebelde, tenaz en el error".
Y todo esto para sacar a pasear la siguiente sentencia que leí en un club de jubilados del apabullante barrio de El Peñascal, hace algunos días, en una de mis derivas periodísticas, mientras hacía tiempo. La dijo Balzac:
"Toda felicidad depende del grado de valor y de trabajo". O de ser contumaces, por citar a Azcona.

2 comentarios

ashley templewood -

reconozo que he estado un poco dejada, la verdad es que podía haber trabajado más, y tener los deberes hechos para cuando el náufrago se decidiera a publicar un nuevo comentario. no ha sido así. la verdad es que entre comentario y comentario hay cosas que van cambiando, y entre el anterior y este, ha cambiado mucho. pensaba hablar de los valores del cambio, del cambio como sistema, de “¿quién se ha comido mi queso?”.
cambiar es inherente a la vida, incluso cambiar de vida es necesario y forma parte de nuestro camino. si todo cambia, por qué voy a quedarme esperando a que cambien por mí? no tiene sentido. además, estamos en una etapa de este país en la que el cambio está de moda. cambia el gobierno, angels barceló se cambia a tv3, fraga, bueno no este no cambia, pero decimos que el tiempo está cambiando, cambiamos de canal en la tele, nos cambiamos de ropa, cambiamos de forma de pensar, a algunos les está cambiando ya el color del pelo y en la carnicería hace tiempo que han cambiado de forma de dirigirse a mi y ahora me llaman señor. cambian las personas con las que convivimos, algunas desaparecen y otras, tristemente, no lo hacen cuando más lo deseamos, cambiamos de drogas, de whisky a gintonic, cambian las revistas que compras, las verduras según temporada también cambian. ¿todavía hay alguien dispuesto a quedarse en medio de tanto cambio?

hmmm -

hoy descubrí tu blog ! está muy bien ! te seguiré ! te invito a que visites el mio (hmmm) y me comentes ! Saludos !